Los argentinos, desenfocados

Hace pocos días el Tribunal Oral Federal N°2 condenó a la expresidenta Cristina Fernández a seis años de prisión, por corrupción en la obra pública en Santa Cruz, inhabilitándola además de forma perpetua para ejercer cargos públicos. De inmediato, en las calles, los bares, los paseos públicos, las redes sociales y los medios de comunicación, se disparó la polémica.

Desde ese día y hasta hoy, me ha tocado (seguramente también a usted) escuchar argumentos de toda índole, algunos de los cuales son, palabras más, palabras menos:

Merecía ser condenada por los delitos que cometió

No merecía ser condenada porque no cometió ningún delito

Debió aplicársele una pena mayor, pero como es poderosa...

Debió aplicársele una pena menor, pero como es poderosa...

Fue una venganza política.

Lo urdieron sus opositores, que se benefician con el fallo porque se sacan a Cristina de encima.

Lo urdieron los mismos peronistas, que se benefician con el fallo porque se sacan a Cristina de encima.

El presidente Milei ha salido ganando, porque quita del escenario político a la única persona capaz de hacerle frente y de aglutinar a la oposición.

El presidente Milei ha salido perdiendo porque le da voz y pantalla nuevamente a una persona que ya estaba políticamente desgastada.

El peronismo también gana porque ahora puede reorganizarse y volver a sus bases, que laguna vez coquetearon con el socialismo, pero nunca fueron verdaderamente de izquierda.

El peronismo pierde, porque no tiene candidatos potables para sucederla y está condenado a disgregarse.

Debió recluírsela más lejos, para que nadie pudiera verla nuevamente y no se transformar en mártir.

Es bueno haberla recluido a la vista de todos, para que se vea que su apoyo menguará con el tiempo.

No debería poder salir al balcón, para no arengar a sus seguidores.

Debe tener permiso para salir al balcón, para que ella vea de primera mano que ya sólo la visitan unos pocos y cada vez menos.

Y muchos otros...

Considero que las discusiones son buenas, ya sea que las opiniones vengan guiadas por la razón o el corazón. Esa es la esencia de la democracia. 

En esas discusiones es normal que unos tengan más información que otros para opinar, o que unos tengan más objetividad que otros para hacerlo. Es un despropósito autoritario dejar fuera de la misma a unos u otros, sólo porque no saben todo lo que hay que saber o porque tienen una camiseta u otra. De allí a la autocracia y al fascismo hay un solo paso.

Por eso, no me preocupa que se discuta, lo que me preocupa realmente son algunos argumentos que se usan. De todos los dichos anteriores, solamente valoro los cuatro primeros: expresan opiniones diferentes y pueden estar nutridos de información diferentes, pero sirven para polemizar y trata de obtener alguna conclusión. Considero que los restantes, que fueron los más abundantes, están desenfocados. No digo que sean falaces, sino que no apuntan al problema verdadero: un delito, un proceso, una condena.  

Sabemos ya que las instituciones argentinas son débiles. Sin entrar en mucho detalle lo son desde las elecciones fraudulentas de fines del siglo XIX, pasando por golpes militares, proscripciones, listas sábana, candidaturas testimoniales, cambio de fecha de elecciones, reelecciones indefinidas, fueros intocables, etc....  Esta debilidad institucional se nos ha hecho carne, hasta el punto de no llegar a reconocerla entre nosotros, a naturalizarla, a darla por sentada.

En la discusión anterior, nos entusiasmamos por descubrir acciones conspirativas en uno u otro sentido, estrategias políticas de unos u otros, conveniencias o no de los políticos. Cristina Fernandez presa e inhibida conviene a unos o a otros, perjudica a unos o a otros, despeja o complica el camino a tales o cuales. Todo eso puede ser cierto o no, pero no es lo que deberíamos discutir, porque si lo nos concentramos allí estamos sacrificando a dos instituciones esenciales de la vida democrática: la ley y la justicia. Ese debería nuestro foco de discusión. Al condenarla ¿se respetó la ley o no? ¿Se hizo justicia o no?

Discutir conveniencias de grupos y estrategias políticas detrás de esta condena implica poner esos aspectos por encima de la ley y de la justicia. Nos desenfoca del problema (¿funcionan la ley y la justicia en argentina?) y nos remite a los culebrones conspirativos que tanto nos gusta elucubrar.  Nos quedamos dando vueltas en esas novelas, en esas ficciones y perdemos de vista la realidad lo que importa. 

Nosotros mismos nos “saltamos” el tema institucional y nos remitimos ansiosos al “teje y maneje” político, al chanchullo, a la rosca. Tan acostumbrados estamos a tener instituciones debilitadas, que ya las pasamos a segundo plano, las ninguneamos. 

Así tergiversado el foco del asunto, casi no nos importa si Cristina Fernandez lo hizo o no lo hizo. No analizamos en detalle el juicio, las pruebas, los testimonios, la evidencia. Lo que realmente nos desvela es cómo queda parado cada uno (gobierno, oposición, amigos, enemigos...) luego del veredicto y “de cara a las elecciones”.

En fin... parece que nuestras ansias por descifrar algún culebrón son mayores que nuestro deseo por saber si es o no justo, si está o no ajustado a derecho. Como si la mano de quienes llevaron adelante el proceso, hubiese sido guiada por las conveniencias políticas y no por la rectitud de la ley y la justicia. Pero tampoco quiero pecar de inocente: en esto último tal vez no tengamos el foco tan lejos, porque si hemos olvidado las instituciones democráticas esenciales, o las hemos pasado a segundo plano, ha sido porque por ese camino nos han conducido tantos políticos en las últimas décadas.


Comentarios

Entradas más populares de este blog

Presentación del libro - EXPECTATIVAS Y ESPEJOS: LO QUE ES Y LO QUE PUDO SER LA ECONOMÍA ARGENTINA

Agujeros en el blindaje