Me tiene cansado este tipo… (de cambio)

El tipo de cambio es un precio, en el más simple sentido de la palabra. Es el precio al que se pude comprar o vender una unidad de moneda extrajera, para el tema que nos ocupa, un dólar.

Pero no es un precio más, dentro de los miles y miles de precios que danzan diariamente en la economía de un país. Al contrario, es un precio clave, que tiene mucha importancia porque influye, a veces en forma decisiva, en la formación y evolución de muchos otros precios de la economía (no sucede esto por ejemplo con el precio del tomate o de las bicicletas, que influyen en sus mercados y a los sumo en algunos otros relacionados horizontal o verticalmente). 

¿Cómo es esto? El tipo de cambio influye en forma directa sobre los precios de todos los productos transables que se fabrican en el país (es decir, los que se exportan y los que pueden sustituir a los que se importan). También influye en forma indirecta sobre todos los productos y servicios no transables (los que no se comercian ni desde, ni hacia fuera del país). Influye además en la formación de los salarios y en la valoración en pesos de numerosos créditos y deudas nominados en moneda extranjera que están repartidos entre la población (esto implica entonces que influye decisivamente en las situaciones patrimoniales de muchas empresas y personas). 

Por este motivo, aún en condiciones normales y estables de la economía de un país, lo que sucede con el tipo de cambio importa, no sólo para el mero especulador que busca en qué momento “conviene comprar o vender dólares”, sino para amplios sectores de consumidores y empresarios a quienes lo que pase con el dólar los afecta. Por supuesto que en condiciones de incertidumbre, al constituirse en dólar en una reserva de valor (lo cual en el caso de los países latinoamericanos es dramáticamente cierto), su importancia se multiplica y muchas veces se amplifica de una forma exagerada e insana y lo que más nos interés al levantarnos cada mañana, aún antes de lavarnos la cara, es saber a cuanto cerró el dólar ayer...

Si el tipo de cambio es un precio, para poder decir si en un momento dado el dólar está “caro” o “barato” debemos compararlo contra algo en el tiempo y el espacio, no podemos hacer el análisis en el vacío. Debemos compararlo contra sí mismo en otro momento (hoy está más caro o más barato que el año pasado, por ejemplo) y en especial contra otros precios (hoy con un dólar se compran más o menos kilos de pan que el año pasado). Dicho de otra manera, para poder decir si está caro o barato no nos importa tanto “a cuanto está el dólar” ($3, $9 o $15) sino cuál es su poder de compra, comparado con otros momentos del tiempo. Si compra poco estará "barato", si compra mucho estará "caro". Esto es lo que se denomina usualmente el tipo de cambio real. 

Por ejemplo, hoy en Argentina el dólar vale 15 veces más que en diciembre de 2001 (último mes de convertibilidad), pero sólo compra una muy pequeña porción más de bienes y servicios porque desde aquel momento, el resto de los precios de Argentina subieron, en promedio, 14,5 veces. Esto significa que considerando el lapso de tiempo entre aquella fecha y hoy, el dólar se adelantó un poco (sólo un poco, muy poco) a los precios, compra un poco más bienes y servicios que en aquellos días. 

Pero a menudo las comparaciones entre dos momentos del tiempo son caprichosas, dependen mucho de qué momentos se tome. Miremos entonces el big picture, es decir, la evolución del tipo de cambio real (poder de compra del dólar) a lo largo de estos últimos quince años (gráfico). La devaluación ocurrida en diciembre de 2015, cuando el actual gobierno unificó el mercado cambiario fue un “salto” que, en su momento pareció vertiginoso (¡lo fue, porque llegó al 50%!) pero en el contexto de los últimos años implicó una recuperación de poder de compra de poca importancia (el tipo de cambio real subió de 0,96 a 1,31) lo que pone en evidencia la magnitud del atraso que veníamos observando antes de esa decisión. Con el correr de los meses, los precios empezaron a subir con mayor rapidez y el poder de compra del dólar empezó a deteriorarse de nuevo… En julio, el número comparable con el 1 de fin de la convertibilidad es 1,09, o sea apenas un 9% mayor.


Un dólar que marcha lento respecto de los precios significa pérdida de competitividad. Porque implica que “la canasta de bienes y servicios” en Argentina se encarece más rápidamente que la misma canasta en el exterior. Nos volvemos más caros que el resto del mundo, de manera que tanto para los consumidores argentinos como para los extranjeros e más atractivo comprar en otros países que en Argentina.

El gráfico muestra que el atraso cambiario se fue profundizando y haciendo preocupante desde 2007, debido a una política económica inconsistente, que buscaba anclar la inflación con política cambiaria agresiva pero al mismo tiempo la exacerbaba con política fiscal y cambiaria muy expansiva. Las devaluaciones de enero de 2014 y de diciembre de 2015 consiguieron recuperarlo modesta y brevemente pero enseguida volvió a la senda de declinación de la cual no puede salir con facilidad. Cualquier devaluación lo recupera de inmediato, pero la inflación posterior (asociada inevitablemente a esa devaluación) vuelve a deteriorarlo. Sube y vuelve a bajar, pareciera que el 1 a 1 tiene un imán…

La dinámica es complicada y sacar al tipo de cambio real de esa “zona de atraso” no sólo es muy difícil sino que es, a mi juicio, uno de los problemas más graves que enfrenta la economía argentina hoy, una de las herencias más pesadas que ha recibido el nuevo gobierno. Es difícil pensar en un crecimiento sostenido hacia futuro sin resolver este problema, sin volver a un tipo de cambio real en la banda de 1,50-2,00 para así poder desahogar a los sectores productivos primario y secundario. Con los actuales niveles de tipo de cambio real podemos crecer modestamente (2-2,5% anual) pero para que el país recupere el estancamiento de los últimos cuatro años, la competitividad cambiaria debe mejorar. Ardua tarea, pesadísima herencia.


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