Educarse paga
Quien se educa sale ganando, sin dudas. Aumenta sus conocimientos, su
entendimiento del mundo que lo rodea, mejora sus posibilidades de resolver
problemas simples y complejos que se le presentan en su vida personal y
laboral, se comunica con mayor facilidad con los demás (en forma oral y
escrita), mejora sus modales, se vuelve una persona más sensible y solidaria,
empatiza con mayor facilidad con la gente, aprende a escuchar, a respetar a los
demás en sus acciones y opiniones ... y muchas ventajas más.
Desde el punto de vista material,
aumenta sus posibilidades de progresar, de conseguir un mejor empleo y ganar
dinero, asciende socialmente, satisface de mejor manera sus necesidades, puede
ayudar económicamente a sus hijos y a sus padres... y así siguiendo.
No hay dudas, educarse tiene innumerables ventajas para una persona.
Pero la cosa no termina allí, además la educación de las personas tiene
también beneficios para los grupos
donde se mueve: su familia, su trabajo, su barrio, su país.... Un grupo de personas
más educadas mejora su calidad de vida y sus relaciones, se dinamiza, se
sinergiza, se hace más "vivible" y más agradable, progresa, crece, se
humaniza...
Sin educación, todas estas ventajas, a nivel individual y grupal, se van
perdiendo. ¿Alguien puede entonces dudar de la importancia crucial de la
educación en el desarrollo humano, personal y socialmente hablando? Yo no. No lo dudo en absoluto.
Pero aquí quiero plantear una arista especial de la educación: su impacto
en la igualdad de las personas. Es decir, la educación ¿iguala o desiguala a la personas? Dicho de otra manera, cuando las
personas se preocupan por educarse ¿se están igualando o desigualando respecto
del resto dentro de una sociedad?
Es normal escuchar decir que "la
educación nos iguala", porque nos permite a todos acceder a iguales
oportunidades en la vida. Cuando se dice esto se refiere normalmente a
oportunidades laborales, pero podemos extenderlo a todo tipo de oportunidades,
aunque no tengan que ver con el trabajo y el dinero.
Sin embargo, creo que esto es verdad, pero hasta cierto punto y con algunos
matices.
Es cierto que la educación primaria y secundaria tienden hoy a igualarnos
en los saberes básicos de una persona del siglo XXI. De su calidad no quiero
discutir aquí, así que supongamos que comparamos servicios educativos primarios
y secundarios de similar calidad (lo cual en sí ya abre un frente de discusión importante
y enorme, que escapa a esta breve nota). Estos niveles de educación nos dan una
base de cultura y conocimientos estándar, generalmente testeada y aprobada por
expertos en el tema educativo y nos igualan frente al mundo, frente a las demás
personas, frente a las posibilidades de trabajo. Nos pone a todos en la “misma
línea de partida” para ingresar al mundo adulto y empezar a valernos por
nosotros mismos. Igualada esa “oportunidad”, de allí en adelante cada uno
avanzará en la vida personal y laboral según sus capacidades y méritos. Por eso
esta educación es obligatoria y por
eso está bien que sea gratuita, o al
menos que exista la posibilidad para cada miembro de la comunidad de acceder a
ella sin pagar. Porque iguala, equilibra. Es
equitativa y (arriesgo) es justa.
Sin embargo, a partir de allí empiezan los matices. La educación que sigue
(terciaria, universitaria, maestrías, doctorados) ya no iguala a las personas
que la toman. No todos pueden transitarla, a veces porque hay que pagar y a
veces porque hay que trabajar para vivir (o ambas cosas). Estos niveles de
educación comienzan a desigualar a
las personas. Los que tiene la posibilidad de acceder a ella empiezan a
distinguirse de los que no, se vuelven expertos, técnicos especialistas, profesionales,
magisters, doctores… Y al empezar a distinguirse, comienzan a aparecer las brechas
en las remuneraciones, los salarios diferenciados, los niveles de ingreso
dispares. En cualquier país del mundo, los profesionales universitarios,
graduados y posgraduados forman parte del primero o segundo decil de ingreso[1],
siempre. Y si bajamos en la pirámide de ingresos, al pie encontraremos a los
que accedieron sólo a primaria o secundaria. Nunca sucede lo contrario.
Para darnos una idea, el gráfico muestra las disparidades de ingresos según
nivel educativo en América Latina[2].
Si todos pudieran hacer sin restricciones el “raid educativo” desde el
jardín de infantes hasta el doctorado, no tendría esta preocupación, porque la
educación estaría “igualando a todos para arriba”. No tendría matices.
El problema es que no todos pueden ni todos quieren, ¡aún cuando todos los
niveles fuesen gratuitos! También es cierto que las sociedades no tienen los
recursos, humanos y materiales, para proveer el raid a todos, sólo pueden
ofrecérselo a algunos. Entonces surgen pregunta inquietantes: ¿a quiénes se lo
proveemos? ¿a los que lo deseen? ¿a los que lo merezcan por su intelecto? ¿a
quienes puedan pagarlo?
Inquietante porque sabemos que esos pocos, los que accedan al recorrido
completo, van a desigualarse del resto, pero
usando los recursos del grupo. Van a obtener la capacidad de “comer una
mayor porción de torta en el futuro”, esa torta que generaremos entre todos. Suena injusto. Y cualquier criterio de selección suena
arbitrario y está expuesto a manejos y desmanejos.
Una posibilidad es cobrarles para acceder a estos niveles superiores del
recorrido, pero introduce un fuerte ruido: quien no tenga el dinero quedará
excluido. No me gusta, me resulta
también injusto como criterio de selección.
Otra alternativa es obligarlos a todos al raid completo sería invasivo de
las libertades individuales y, nuevamente, imposible desde el punto de vista de
los recursos disponibles. Tampoco me cierra.
A mi juicio lo ideal sería dejar que accedan quienes lo deseen y lo hagan
sin pagar, pero cobrarles después de
que lo hicieron. Si sabemos que habrán conseguido un “plus”, que paguen con el
ingreso adicional que obtengan (los datos muestran que, efectivamente, lo
obtienen) o bien que retribuyan con parte de su tiempo profesional dedicado a
la comunidad que los llevó hasta allí. Hay mil formas, según la profesión: un
día de trabajo ad honorem en hospitales, escuelas y universidades públicos,
comedores públicos, policía, sistema de justicia, barrios carenciados, grupos
desprotegidos… Podemos llamarlo “responsabilidad social profesional”.
Es una idea. Seguramente esto no iguala por
completo, pero introduce rasgos de equidad. Es devolutivo y (arriesgo de nuevo),
es justo.
Usted me podrá decir: “el impuesto o
la obligación posterior de devolver pueden desincentivar a seguir con el
recorrido educativo y a la larga, tendremos menos expertos, técnicos
especialistas, profesionales, magisters, doctores… la torta se achicará”.
No me asusta porque no lo creo, las disparidades de ingresos son muy grandes.
Microeconómicamente, doctorarse seguirá cerrando.
El problema es que no todos pueden ni todos quieren, ¡aún cuando todos los niveles fuesen gratuitos!
ResponderBorrarEL PROBLEMA ALE ES QUE LOS QUE QUEREMOS... YA NO QUEREMOS PORQUE EXISTEN AUN EMPRESAS EN LA ARGENTINA DONDE SE RETRIBUYE DE IGUAL MODO A QUIENES NO TERMINARON LA EDUCACION OBLIGATORIA Y A QUIENES TIENEN TITULOS UNIVERSITARIOS, POSGRADOS Y MAESTRIAS... AMBOS AGENTES COBRAN EXACTAMENTE IGUAL REMUNERACION... JUSTO? NO... REAL???? SI!!!!!!!!!!!! ESTO QUE PASA EN PLENO S.XXI Y TRISTEMENTE TIENE UN GRAN IMPACTO EN LAS GENERACIONES QUE NOS SIGUEN...: ESTUDIAR....GARPA???? MEJOR ESTUDIO ALGO CORTITO Y FÁCIL CON SALIDA LABORAL RÁPIDA... ES EL TIPICO PENSAMIENTO ADOLESCENTE ACTUAL... ES LA FALTA DE APOYO DE TODO TIPO A QUIENES ELIGEN ESTUDIAR LO QUE ACTUALMENTE DESMOTIVA A LAS PERSONAS.