Vientómetro latinoamericano

Con cierta frecuencia hemos escuchado decir que el desempeño económico de los países latinoamericanos no depende de sí mismos o de lo que puedan hacer internamente (bueno o malo) sino de lo que pasa (bueno o malo) en el mundo. Que somos un “barco muy pequeño” en el océano de la economía mundial y que por eso nos movemos a su compás, sin demasiada autonomía para manejar el timón e ir hacia puerto que deseamos. Si nos remitimos puramente a un problema de “tamaño” (refiriéndonos a PIB), puede haber algo de cierto: América Latina y el Caribe (LAC) en su conjunto, representan un 8% de la economía mundial y un 30% de la economía de EEUU, lo que implica que nuestras decisiones tienen poco peso en el contexto global (más aún si consideramos que entre Méjico y Brasil representan el 50% de la economía de LAC, poco margen de maniobra queda para el resto). Los dos estados más ricos de EEUU sumados (California y Texas) producen casi tanto como toda nuestra Región.
A lo largo de las últimas décadas el mundo nos ha puesto a veces buena cara y a veces mala cara, lo que los analistas gustan de llamar “viento de cola” o “viento de frente” respectivamente. ¿Cuándo ha ocurrido cada cosa? ¿En qué situación estamos ahora?
Para medirlo he construido un “vientómetro”[1], que es decir un indicador que busca medir si estamos frente a una u otra situación (o bien frente a una tercera, que sería la intermedia, es decir, “viento en calma”). En esta nota no incluyo la comparación del resultado de este indicador con lo que efectivamente pasa en la Región, eso lo dejo para más adelante. Acá mido el viento, luego veremos el impacto que ese viento tiene (si es que tiene) sobre la marcha de navegación.
La construcción del indicador es técnicamente compleja[2], quien desee conocer su contenido puede leer la nota al pie[3]. El gráfico muestra el resultado, para el período 1880-2016, como número índice para 1980=100. Se han trazado dos líneas que configuran un límite superior y otro inferior: si el indicador supera al primero se configura una situación de “shock positivo” (o viento de cola) y si cae por debajo del segundo se configura un “shock negativo” (o viento de frente). Mientras se mantiene entre ambos límites, la situación es “neutral” (o viento en calma)[4].



Pueden realizarse algunas observaciones:


1.     La etapa 1983-1990 constituyó en general un período de malas noticias para la Región (“viento de frente”) provenientes del contexto mundial. Se destacaron los problemas asociados a la Cuenta Capitales, es decir, salida de capitales, caída de la Inversión extranjera directa y tasas de interés internacionales en ascenso con elevados coeficientes de “riesgo país” para los países de LAC. Estas malas noticias no pudieron ser compensadas por las variables asociadas a la Cuenta Corriente, ya que los términos de intercambio no eran altos y el mundo crecía a una tasa modesta y mantenía una brecha negativa respecto de su producción potencial.
2.     La etapa de los 90 muestra un “viento calmo”, con oscilaciones. La crisis que va de 2000 a 2002 en la región (encabezada por los malos resultados de Brasil y Argentina que se “derramaron” hacia sus vecinos) no alcanza a configurar una situación decididamente adversa para el grupo como para ser considerada un “shock negativo”, aunque se acerca a tal caracterización.
3.     A partir de 2006 se observa una situación de “viento de cola” impulsado por el incremento en el precio internacional de los productos que la Región vende al mundo, la consecuente mejora en los términos de intercambio y la reducción de las tasas de interés internacionales. Esta situación observa una interrupción en 2008-2009 en virtud del contagio producido por la crisis “subprime” proveniente del hemisferio norte (episodio que complica el panorama pero no llega a configurar una situación de “viento de frente”).
4.     Finalmente, en 2015 y 2016 se observa que tal situación de shock positivo se ha mitigado hasta casi concluir, con el indicador recostado sobre el límite superior de la banda. Esto se debe a la desaceleración de los precios externos y la paulatina suba de interés internacionales con el aumento del riesgo país de algunas naciones de la Región. Desde este punto de vista podemos decir que el viento de cola que caracterizó al inicio del siglo XXI ha llegado a su fin.
Como decía antes, esta es la “cara que nos pone el mundo” en cada momento. Es el “viento” que sopla para ayudar a impulsar o detener a nuestro pequeño barco latinoamericano en las aguas de la economía mundial. No significa per se que los resultados que la Región haya obtenido se relacionen estrechamente con esto, algún margen de maniobra tenemos para hacer frente a lo malo y aprovechar lo bueno.
Pero este es otro análisis, más complejo, que abordaremos más adelante.




[1] Este nombre me fue sugerido, con su habitual ingenio, por mi colega Raúl Mercau.
[2] Este es un indicador ampliado y perfeccionado respecto del que construimos hace dos años con un equipo de trabajo formado por Claudia Botteon, Lorenzo Nieva, Agustina Berti, María Elena Graffigna, Ana Paula Poblete y Augusto Bou.
[3] El indicador contiene ocho variables referidas a las “condiciones externas a la Región”, es decir, condiciones que sus países deben tomar como “dadas” y que no pueden modificar en forma directa (sólo en algunos casos, influir sobre ellas en forma indirecta) ni desde sus políticas económicas. Se compone con: brecha de crecimiento mundial, precio de las exportaciones, términos de intercambio, poder de compra de las exportaciones, mix de tasas de interés internacionales, entrada de capitales, inversión extranjera directa y riesgo país. Todas ellas han sido indizadas, normalizadas y ponderadas (suma uno) en un indicador que crece cuando la situación mejora y viceversa. Finalmente se construye un índice base 1980=100.
[4] Estos límites no son discrecionales ni aleatorios: provienen de obtener el valor medio del indicador para el período considerado (que resulta 89,90) y general un intervalo sumando y restando un valor de dispersión estadística, con lo cual se arriba a un límite superior de 127,80 y a uno inferior de 37,90.

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