Terror a flotar
En el año 2000 un economista argentino (Guillermo Calvo) y una economista cubana/estadounidense (Carmen Reinhart) escribieron un importantísimo artículo titulado “Fear of floating” (miedo a flotar). Usando amplia evidencia internacional demostraron que los gobiernos nunca dejan el tipo de cambio totalmente libre. Aún cuando declamen un sistema de flotación, controlan indirectamente el tipo de cambio, utilizando las reservas de su banco central o las tasas de interés. Con estos instrumentos moderan sus fluctuaciones, de manera que observándolos (y viendo si se mueven mucho o poco) podemos saber si el sistema es libre o no, más allá de las declaraciones de los funcionarios.
Argentina es un excelente ejemplo: aún un gobierno libertario,
que lleva en su ADN el libre funcionamiento de los mercados y abomina el
control de los precios, no se atreve a liberar un precio fundamental como es el
del dólar. Este artículo busca demostrar eso y propone cambiarlo.
En su primera parte he tratado de hacerlo en una forma sencilla,
para no especialistas en economía. Quienes deseen una mayor dosis de tecnicismo,
pueden ir a la segunda parte.
Una explicación sencilla
El viernes anterior a las elecciones que ganó Javier Milei en
2023, el sistema financiero estaba a punto de explotar. El BCRA tenía una enorme
deuda en pesos, con una tasa de interés sideral, la mayor parte de la cual vencía
el lunes siguiente.
Alberto Fernandez la había acumulado durante cuatro años de
emisión de dinero acelerada para financiar la escandalosa corrupción y el
déficit fiscal de su gobierno. En esos años imprimió cantidad exorbitantes de
pesos (llegamos a la penosa situación de contratar imprentas de Brasil porque las
24 horas del día no alcanzaban para imprimirlo en el BCRA). Para evitar que ese
dinero “saliera a la calle” y presionara aún más sobre el galopante proceso
inflacionario, se “absorbían” los pesos colocando esa deuda, que primero fueron
LEBACs, luego LELIQs y finalmente PASES (a un día de plazo).
Si el lunes posterior la elección los tenedores de esa deuda
exigían al BCRA sus pesos, la hiperinflación estaba asegurada. Al ganar Milei,
los ánimos cambiaron y esos acreedores decidieron “esperar”, observar el nuevo
plan económico y aceptar la renovación de sus acreencias, pensando que el nuevo
gobierno manejaría mejor esos pasivos y finalmente los pagaría. Le dieron a
Milei una chance que ya no estaban dispuestos a darle a Alberto.
Milei y Caputo fueron “desarmando” esa bomba. No hicieron
magia, sino una ingeniería financiera, basada en la confianza que los tenedores
de esos bonos le dispensaron durante el primer un año y medio de su gestión. La
deuda cara y de cortísimo plazo se fue “transformando” en otra (LECAPs, LECER,
BONCAPs, BONCER) más barata y de mediano plazo, si que los acreedores exigieran
de inmediato sus pesos y aliviando así las presiones sobre el dólar.
Sin embargo, la cercanía de las elecciones de medio término
comenzó a enrarecer el ambiente, en el normal movimiento “defensivo” hacia el
dólar que estas instancias provocan en Argentina (lo cual ya de por sí es una
anomalía). Esto se acentuó por las denuncias de corrupción sobre el Gobierno, un
informe de JP Morgan aconsejando a sus inversores ser precavidos con Argentina
en esas semanas y el rechazo de dos vetos presidenciales en el Congreso.
Con la salida de los cepos en abril y la configuración de
las “bandas cambiarias” habíamos visto los primeros indicios del “miedo a
flotar”, que se intensificaron dos semanas antes de las elecciones de setiembre
con la notable suba de tasas de interés. Más aún, en esos días de agosto el
BCRA anunció un “control más fino” sobre el tipo de cambio, desactivando temporalmente
las bandas y anunciando una “flotación sucia” (es decir intervenir vendiendo
dólares cada día si era necesario, aún cuando el tipo de cambio no tocara el “techo”).
Sin embargo, las alarmas se dispararon con los resultados de
la elección en Buenos Aires, que si bien mostraron un comportamiento “precavido”
de la gente. En los días inmediatos posteriores se observaron presiones sobre
el dólar, pero no un ambiente de “corrida”.
Ante un nuevo panorama, donde los inversores (argentinos y
extranjeros) comenzaron a dudar de la capacidad del Gobierno de lograr en
octubre números que le garanticen un mayor “músculo” legislativos y con ello la
posibilidad de sostener las bases de su programa (superávit fiscal y emisión
cero). La presión sobre el dólar se intensificó con los días y el Gobierno mostrando
su “miedo a flotar”: aseguró que se mantendría firme vendiendo reservas cualquiera
fuese la presión, para evitar un “salto cambiario” excesivo. Confía en poder
hacerlo porque hay pocos pesos en el mercado y muchos dólares en el BCRA. Con
ese esquema, en los últimos dos días debió vender mil millones de dólares para
que el dólar se mantuviera sólo un poco por encima de $1.500.
De aquí en adelante estaremos ante una “pulseada”, será una “prueba
ácida”. Si el gobierno se mantiene fiel a su compromiso de venta de dólares,
podremos ver cuántas reservas debe vender por día y, en su caso, cuándo decide
dejar de hacerlo y liberar el tipo de cambio.
Estimo que para salir de esta inestable coyuntura es hora de
perder ese miedo y afrontar las consecuencias. Dejar flotar el dólar y confiar
en que la disciplina fiscal y monetaria podrá mantenerse y que, es cierto, hay
pocos pesos en el mercado para llevar el tipo de cambio muy lejos. Sería un
sinceramiento audaz, pero en mi opinión, los mercados terminarían (no sin antes
castigar) premiar esa “valentía”.
Es cierto que los “tiempos políticos” (un mes hasta las elecciones)
lo complican todo. Pero estimo que el gobierno va a complicarse aún más si se
mantiene en una postura timorata y temerosa, mostrando un “miedo” que no
muestra en los discursos, pero que en el fondo tiene.
Una vieja máxima de la macroeconomía indica que: “los
procesos de desconfianza no pueden combatirse con tasas ni con reservas, sólo
se combaten con confianza”. Un movimiento audaz como liberar tipo de cambio,
tiene chances de restaurar la confianza (sin descartar una convulsión de corto plazo).
Mantener una postura temerosa que marche “detrás de los acontecimientos” nunca
lo conseguirá.
Algunos tecnicismos
Durante el gobierno de Alberto Fernandez, la acumulación de
deuda onerosa y en pesos en el BCRA fue la contracara de un abultado déficit
fiscal y fue motorizada como tantas veces, por la absurda convicción de que la emisión no genera inflación y el “miedo a flotar”.
Con Milei, esta deuda “hot” fue pasando gradualmente a manos
Tesoro, sin impactar en los agregados monetarios y, aumento de la monetización
mediante, sin entorpecer el camino desinflacionario.
Con un equilibrio de flujos fiscales (puesto en jaque cada
tanto por el vencimiento de stocks de deuda que debía “rollearse” a la menor
tasa posible), tal recambio de deuda fue posible mientras los mercados
mantuvieron la confianza en la solidez del superávti fiscal y la posibilidad de
que, con el tiempo ese “rollover” fuera más amigable (menos tasa, más
plazo, sin caída sensible en mercados secundarios), e incluso que pudiera ser
sólo parcial, rescatando poco a poco la deuda sin impactar en la inflación.
La reducción de la deuda en el balance del BCRA mejoró
sensiblemente el cociente “Base Monetaria amplia/Reservas” y este tipo de
cambio implícito comenzó a acercarse al tipo de cambio nominal de mercado: a la
fecha de este artículo, la relación entre M2 privado y Reservas es de $1580, no
muy lejos del valor que ha tocado el tipo de cambio. Con el manejo de tasas y encajes y la
intervención moderada en mercados de futuros fue suficiente para mantener el
tipo de cambio “a raya”.
En el sector publico consolidado la deuda siguió existiendo,
pero su valor actual se redujo y la “aritmética monetarista desagradable” fue desconfigurándose.
Sin embargo, esta “aritmética” podría retornar si prosperasen los embates sobre
el equilibrio fiscal y el gobierno volviera a financiar al fisco y esterilizando
o la emisión que eso conlleva. El balance del BRA volvería a degradarse: volvería
la deuda en pesos y BCRA y se achicarían las reservas.
Aún cuando eso no ocurra, el valor de la ratio “M2
privado/Reservas”, no es un completo reaseguro cuando cunde la desconfianza.,
la desmonetización puede hacer parte del trabajo para que la cotización del dólar
vaya más allá. Los depósitos en pesos aún se mantienen en el sistema financiero.
De allí que se aun buen momento para flotar verdaderamente, proteger reservas y
descomprimir tasas. Es posible un salto
cambiario, pero estimo que no será significativo y, a lo sumo hará un “overshooting”
antes de las elecciones.
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