El color del cristal

"- ¿Y qué pensás de la corrupción del gobierno anterior?  
- Yo no soy quién para juzgarlos, soy un artista."
Pregunta del animador Beto Casella y respuesta del actor militante Dady Brieva en un programa de TV, Argentina 2017.


En otra época, distinguir lo bueno de lo malo era una sana costumbre en Bipolaris. 

La gente del pueblo estaba habituada a analizar y reconocer qué cosas estaban mal y cuáles estaban bien. Esto no quería decir que todos ellos fueran buenas personas, porque el canto de sirena de "lo malo" atraía a muchos. Elegir hacer cosas malas o cosas buenas los definía como personas, al final del día.

Existía entonces en Bipolaris la capacidad de decidir qué era correcto y qué no lo era y entones premiar con una sonrisa, una caricia o un halago a quienes hacían lo que estaba bien y castigar con un reto, una sanción, un juicio o la cárcel a los que hacían lo que estaba mal.


Fueron buenas épocas, donde ser acariciado o ser castigado no dependía de la persona sino del hecho en sí. Quienquiera que lo hiciese, era malo robar o matar. Ayudar a un indigente o respetar a los ancianos era bueno, quienquiera que lo hiciese, fuese amigo o enemigo, ya sea que compartiese o no nuestras creencias políticas o religiosas. 

Distinguir lo "justo" de lo "injusto" tenía sentido, eran cosas diferentes. Sin embargo, en algún momento eso se fue perdiendo, hoy es distinto.

Hoy para los habitantes de Bipolaris algo es bueno o malo según quién lo diga o haga y según la afinidad de cada uno con quien lo dice o lo hace. Si el enemigo roba una gallina habrá que denunciarlo sin demora, pero si el amigo recibe una coima de un millón, "no soy quién para juzgarlo". Si el político con quien simpatizo dice o hace "A", lo aplaudo, pero si luego lo dice o hace el del otro partido, aparecerán argumentos para criticarlo.

Ya matar, robar, mentir o engañar no parecen ser hechos malos en sí mismos, son buenos o malos según quién lo haga, según quién lo diga... 

El cambio se ha dado también en la pasión tradicional de Bipolaris: el fútbol. Si le hacen un gol con la mano al equipo propio es "una injusticia" y los fanáticos son capaces de "romper todo"; pero se puede mirar para otro lado si ese gol lo hace nuestro equipo y, si nadie se da cuenta (o si los que se dan cuenta no tienen voz suficiente), hasta se puede salir a festejar. 

Hoy en Bipolaris un político que "roba pero hace" tiene detractores y tiene fans: los primeros porque roba, los segundos porque hace. Pero si mañana llega al poder un político de otro color que también "roba pero hace" , detractores y fans invertirán sus roles de inmediato, cambiando el acento sobre la importancia de robar o hacer. "Hacer" puede ser o no un atenuante de "robar", según quién lo haga y en qué momento.

Es muy común y penoso en estos días aciagos ver que quienes tienen capacidad de tomar decisiones públicas y deben votar una norma (ley, reglamento, ordenanza, estatuto, etc.) poco se fijan en su contenido, en su bondad o en su justicia. Votan según quién la haya presentado a consideración, según quién la promueva. Si es amigo, votan a favor, si es enemigo, votan en contra. Y luego, consumado el hecho, pregúnteles usted por los fundamentos de su voto, seguramente echarán mano a esta esquiva respuesta: "fue una decisión política". Y tienen razón en el fondo, porque "politizar" las decisiones es eso. 

Así, Bipolaris se ha politizado en todo: en las decisiones sociales, en el fútbol, en el arte, en la TV. Pocos explican el fundamento ético de sus decisiones, ya que las toman sobre la base de difusos "sentidos de pertenencia" a grupos, subgrupos, partidos y colores de camiseta.  Base que a menudo ni ellos mismo pueden explicar ni justificar, pero que "nunca traicionarían, ... antes muertos". Base que abreva, según ellos, en una ancestralidad intocable, en principios irrenunciables, en fondo de los tiempos (es frecuente que se lo endilguen con total ligereza a "los valores que les transmitieron sus padres")... o en forma más pedrestre, en el fondo de alguna bóveda.

Peor aún es que en Bipolaris son conscientes de que en otros pueblos es distinto y se mantienen las antiguas costumbres de separar lo bueno de lo malo. Pero la confusión es tal que se alega que en esos lugares es así porque son "fríos y calculadores", que "no tienen sangre", que son sociedades sin alma, que no tienen códigos, que son individualistas... 

Y lo más grave de todo. Tanto fluctúa todo, tan líquida es la moral, que ya en Bipolaris ni el "sentido de pertenencia" es inalterable. No sólo es fragil el edificio, también los cimientos son débiles.  Se puede cambiar de camiseta, se puede "reelaborar principios", se puede ser permeable a nuevas moralinas. Todo es posible hoy en día. Se aconseja no ser críptico ni rígido, hay que saber escuchar ofertas. 


Ya sé que no todo es blanco o negro.

Ya sé que en la mayoría de los casos, los tonos de gris son lo normal, incluso que son adecuados y hasta deseables. No soy maniqueo.



Sé que "lo bueno" y "lo malo" tienen un costado discutible y que podemos polemizar acerca de qué acciones, elementos y juicios encuadran en cada categoría. También sé que con "lo justo" y "lo injusto" pasa algo parecido. Ya sé que hay matices, que no todo puede cuadrarse perfectamente en esos moldes y que hay opiniones diferentes al respecto. No todos estamos perfectamente de acuerdo en "lo que es justo".

Pero es cierto que hay cosas que sí pueden distinguirse claramente. Hay cosas buenas y cosas malas "per se", más allá de los matices y las circunstancias. Hay cosas justas y cosas injustas más allá del color del cristal con que se miren y de las opiniones.

Matar a una persona es malo. Mentir es malo. Engañar a un ser querido es malo. Maltratar a un niño es malo. Tratar bien a la gente es bueno. Ayudar a quien lo necesita es bueno. Ser honesto y decir la verdad es bueno. Proteger a los hijos es bueno (sobreproteger ya no tanto, entra en zona gris). Ser agradecido con quienes nos ayudan es bueno. Esas cosas no deberían discutirse (lo que no quita que, naturaleza humana de por medio, a veces se discutan...).

Otra cosa es cierta también: las cosas malas o buenas no dependen de quién las haga para ser consideradas como tales. No deja de ser malo robar porque lo haga un amigo mío, ni deja de ser bueno decir la verdad aunque lo haga mi enemigo. Parece muy claro y obvio pero la verdad es que es más fácil decirlo que asumirlo. Pensemos si nuestros amigos no hacen cosas malas o nuestros enemigos no hacen cosas buenas. O pensemos cuantas veces nos encontramos tratando de buscarle el lado positivo a una mala acción cometida por alguien a quien queremos o respetamos. Y viceversa. Pasa, aunque cueste digerirlo y reconocerlo.

Ya termino, cierro con Lorenzo Silva en "Música para feos": "Es lo malo que tiene ser miembro de algo. Pierdes la posibilidad de decir que uno delos tuyos es un imbécil o que uno de los de enfrente tiene razón. Y la vida inteligente exige mantener abiertas ambas opciones".


Comentarios

  1. ¡¡¡Muy buen "cuento"!!! Has entrado en la senda de Levy Yeyati o de Abuso, los economistas novelistas.
    Solo acotaría que lo que mencionas no es un problema solo del pueblo de Bipolaris sino de la humanidad actual toda (al menos de los lugares de los cuales recibimos noticias periódicamente).
    Es un problema del cual la humanidad sale volviendo algunos pasos atras en la educación, conteniendo el exceso de individualismo y educando en valores antes que en conocimientos.
    Puede parecer una locura pero prefiero un niño que al egresar de la primaria sepa aplicar los valores morales y éticos antes que uno que sepa usar un celular.
    Felicitaciones y a seguir adelante por esta senda

    ResponderBorrar
  2. Simple y claro, compartido con mi familia...eso es bueno. Un abrazo

    ResponderBorrar

Publicar un comentario

Entradas más populares de este blog

Milei avisa

Un placebo democrático

Viejos problemas, nuevas ideas