Reflexiones sobre la inclusión universitaria
"Tan malo como no hacer lo que se debe, es hacer sólo una parte y pensar que se lo ha hecho todo".
Refrán popular
Agradezco los relevantes comentarios y sugerencias realizados por María Inés Lara, Gustavo Maradona y Monserrat Serio, que saben del tema mucho más que yo y tuvieron la paciencia de leer este breve escrito antes de que fuera subido al blog.
Los errores, desenfoques y omisiones subsistentes son de mi responsabilidad exclusiva.
Decía además que la educación es un factor "igualador" entre las personas, pero esto ocurre siempre y cuando la oportunidad de acceso a la misma sea igual para todos. Si no es así, puede funcionar incluso como un elemento "desigualador", en el caso de que algunas personas puedan ascender en la escala educativa con mayor facilidad que otras (más allá de sus habilidades naturales para hacerlo). La educación refuerza la igualdad si el acceso es igualitario, pero puede profundizar la desigualdad si ocurre lo contrario (1).
Esta es una aplicación de la idea de equidad en su concepción moderna, que no apunta a igualar ingresos sino a igualar oportunidades. Por ello se me ocurrió analizar el problema de la Universidad Inclusiva (es decir, accesible para todos por igual), sobre la base de mi experiencia como profesor y como integrante de la gestión de la Universidad Pública en Argentina.
Sin pretender agotar la discusión del problema ni contemplar sus múltiples aristas, es posible hacer un sencillo razonamiento hipotético para poner de relieve algunos puntos importantes del caso. Se trata de abrir la discusión, no de cerrarla, de plantear una línea de debate que sirva para encontrar soluciones que sean completas y no parciales. Tomemos por caso a tres jóvenes, que terminan su colegio
secundario y desean estudiar en la Universidad: uno/a pertenece a una
familia de ingresos altos (joven A), otro/a a una familia de ingresos medios
(joven M) y el tercero/a a una familia de ingresos bajos (joven B).
Estoy seguro de que disparar esta polémica, más que imaginar un avance tecnológico como ese, era el objetivo de un autor de ciencia ficción tan profundo e inteligente como fue Arthur Clarke.
(2) Este análisis implica una simplificación ya que, tal como me lo señaló con precisión María Inés Lara, una familia de ingresos bajos puede decidir "hacer otros sacrificios" y costear la vida universitaria de su hijo, con lo cual el CM podría equipararse para los tres jóvenes. Sin embargo, subsiste la situación desventajosa, ahora a nivel familiar, cuando la familia B debe hacer esos "otros sacrificios" que no debe hacer la familia A para conseguir nivelar el valor de CM para su hijo/a.
(3) Nuevamente esta afirmación es una simplificación con fines explicativos, que puede matizarse en tanto la familia A contribuya con más impuestos que la M y la B al financiamiento del gasto público, del que forma parte el gasto para el sostenimiento de las universidades públicas. Sin embargo este matiz, que puede modificar la profundidad del problema, no altera su esencia.
Cuando se plantean su futuro universitario, debemos
estar atentos a tres tipos de desigualdades que pueden ocurrir y pueden
colocarles en situaciones de desventaja para acceder a los beneficios monetarios y no monetarios
que se obtienen con de un
mayor grado de educación.
En primer lugar, los/as jóvenes deben pensar en dos costos que les implicará su "vida universitaria" (son dos
costos porque este concepto no sólo debe incluir el costo de "ir a la
Universidad", sino uno más completo y abarcativo: el de "vivir e ir a
la Universidad"):
- el primero es el costo de concurrir a la universidad,
compuesto por una cuota periódica a pagar y por los gastos asociados al
cursado, llamémoslo CU,
- el segundo es el costo de mantención personal durante la vida
universitaria, asociado a sus gastos de subsistencia normal, alimentación,
transporte, vestimenta, etc., llamémoslo CM.
Por simplicidad podemos asumir que ambos son costos monetarios, es
decir, en dinero.
Por simplicidad se puede pensar que el costo CU puede ser el mismo para los/as tres jóvenes, si es que desean concurrir a la misma Universidad. Sin embargo, si lo tomamos desde el
punto de vista individual, el
costo CM no será el mismo para los/as tres: para A ese costo puede ser
cero si sus padres "lo/a mantienen" (entonces CMa=0), para M
puede ser CM si debe trabajar digamos medio tiempo para cubrirlo porque su
padres no pueden mantenerlo/a (entonces CMm=CM) y para B puede ser aún
mayor que CM si debe trabajar tiempo completo porque debe ayudar en su hogar
con su ingreso laboral (entonces CMb = x . CM, donde x>1). (2)
Resumiendo lo anterior, tomando entonces los costos monetarios
desde el punto de vista individual de cada joven, se puede concluir que:
CMb > CMm > CMa
lo que pone en desventaja a B respecto de M y al mismo tiempo a
ambos respecto de A.
Analicemos ahora otro costo, esta vez no monetario, asociado
también a este problema: el tiempo
que cada joven debe dedicar a su proyecto de "vivir e ir a la
universidad". Este nuevo costo se compone de tres elementos:
- horas de cursado en la Universidad (hc),
- horas dedicadas al trabajo (ht) y
- horas dedicadas al estudio (he).
Si quitamos las horas de descanso y esparcimiento normales,
digamos que : hc+ht+he=14 por día, para todos igual.
Sin embargo, cuando lo analizamos de acuerdo a la realidad
económica de cada uno/a, podemos ver diferencias nuevamente:
- A distribuye las 14 horas entre hc y he (ya que
ht=0)
- M distribuye las 14 horas entre hc, ht y he.
- B también distribuye las 14 horas entre hc, ht y he,
pero su valor de ht es mayor que para M (trabaja mas horas, necesita ayudar en casa
con su ingreso), por lo cual lo que le queda para hc+he, es menor.
Si hacemos hc+he= hu (horas dedicadas a la universidad), entonces
llegamos a otra conclusión:
hua > hum > hub
lo que nuevamente pone en desventaja a B respecto de M y al mismo
tiempo a ambos respecto de A.
Tenemos ya a B en doble desventaja, por el lado de los
costos explícitos (monetarios) y por el lado de los implícitos (no monetarios).
Expresado en términos simples, debe ayudar en el hogar con su ingreso y dispone
de menos tiempo para dedicar al estudio.
Finalmente podemos agregar un tercer elemento de juicio al
problema, que genera nuevas desigualdades: los horarios de cursado en
la Universidad. Si el horario de cursado que propone la Universidad es disperso
en el día e inflexible, no afectará a A, conspirará contra la "vida
universitaria" de M y complicará severamente la de B (pudiendo incluso
impedírsela). Esta desigualdad discurre entonces en el mismo sentido que
las dos anteriores, colocando a B en una situación desventajosa respecto de M y
a ambos respecto de A.
Si lo que deseamos es nivelar oportunidades para transitar la vida
universitaria (esto es, que cualquier joven, pueda tener la misma chance de “vivir
e ir a la universidad”), la gratuidad sólo resuelve el problema de los costos
explícitos. Es decir, es inclusiva pero con serias limitaciones, iguala
oportunidades pero sólo en parte. Debe reconocerse sin embargo que es el
primer paso, que es una condición necesaria pero no suficiente.
La gratuidad sin distinciones, es una forma de acercar a M y a B a
la vida universitaria, pero en ese camino, también beneficia a A, que no lo
necesita. Esto implica desfocalización: la comunidad compromete recursos (la
universidad "gratuita" lo es para quien accede a ella, pero en rigor
se financia con recursos que aporta la comunidad en su conjunto) para
beneficiar a quien lo necesita y también a quien no lo necesita. Hay allí una incorrecta asignación de los siempre escasos fondos públicos, pues se aplican en parte a financiar a algunos
individuos que podrían hacerse cargo por sí solos de su vida universitaria (para la comunidad, ese gasto innecesario implicará, como contrapartida, impuestos innecesarios, deuda pública innecesaria o emisión de dinero innecesaria).(3)
Para que la aproximarnos a una idea más precisa de igualación y que
aparezca la idea de inclusión con mayor vigor, es necesario revisar también la segunda
y la tercera desigualdad. De otra manera el sistema, sólo con la
"universidad gratuita" se queda a mitad de camino.
La segunda desigualad se refiere a las horas que cada joven puede
dedicar a su vida universitaria: la única forma de hacer hua
= hum = hub es liberando a M y B de sus obligaciones
laborales para manutención propia y de su hogar. Esto se consigue con un
adecuado sistema de becas, basado en la situación económica de cada uno. No son
sistemas sencillos de implementar y controlar, pero es el camino, hay que usar la imaginación para perfeccionarlos. Debe tenerse
presente que si este problema se resuelve, automáticamente queda resuelta la
tercera desigualdad en tanto se asienta en horarios inflexibles o dispersos a
lo largo del día que complican a M y a menudo dejan fuera del ámbito
universitario a B.
La tercera desigualdad, referida a los horarios de cursado y
exámenes, puede resolverse "desde adentro" de la Universidad,
adicionando turnos vespertinos y/o nocturnos o flexibilizando las obligaciones
de presencialidad. Es claro que este tipo de reformas sólo puede morigerar (o
en el extremo, resolver) la tercera desigualdad, pero no las otras dos.
En síntesis, para una Universidad "inclusiva",
entendiendo por tal aquella que nivela oportunidades para que todos
transiten la "vida universitaria" y accedan a los beneficios de la
educación superior, es necesario que la gratuidad se focalice y se complemente
con un sistema de becas inclusivo (para cubrir Cm) y un esquema de horarios
adecuado. De otra manera, la gratuidad pura, simple e indiscriminada será sólo
un instrumento parcial que no sólo no terminará de nivelar las oportunidades
sino que, engañosamente, nos llevará a pensar que lo hemos conseguido y que las
otras acciones son secundarias o, peor aún, que no hacen falta.
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(1) En esta línea, hace un tiempo leí un cuento futurista en el cual se inventaba un "casco" para que quienes se lo colocaban "absorbieran" cantidades de conocimientos sin tener que dedicar tiempo a estudiarlos. Como avance tecnológico sonaba notable, pero me quedé pensando en el problema del "acceso al casco". Seguramente no habría cascos para todos, entonces, ¿no funcionaría ese elemento como un fuerte factor desigualador, a favor de quienes pudieran obtenerlo? Esta no es sino una faceta más del problema de la apropiación de los frutos del avance tecnológico, sugerido por Karl Marx en "El capital" y enfatizado por Thomas Pikkety en "El capital en el siglo XXI". Estoy seguro de que disparar esta polémica, más que imaginar un avance tecnológico como ese, era el objetivo de un autor de ciencia ficción tan profundo e inteligente como fue Arthur Clarke.
(2) Este análisis implica una simplificación ya que, tal como me lo señaló con precisión María Inés Lara, una familia de ingresos bajos puede decidir "hacer otros sacrificios" y costear la vida universitaria de su hijo, con lo cual el CM podría equipararse para los tres jóvenes. Sin embargo, subsiste la situación desventajosa, ahora a nivel familiar, cuando la familia B debe hacer esos "otros sacrificios" que no debe hacer la familia A para conseguir nivelar el valor de CM para su hijo/a.
(3) Nuevamente esta afirmación es una simplificación con fines explicativos, que puede matizarse en tanto la familia A contribuya con más impuestos que la M y la B al financiamiento del gasto público, del que forma parte el gasto para el sostenimiento de las universidades públicas. Sin embargo este matiz, que puede modificar la profundidad del problema, no altera su esencia.
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