Crujidos previsionales argentinos

Empecemos con un dato duro (durísimo), despojado de ideologías, puntos de vista o interpretaciones. 
En Argentina el sistema previsional es público y de reparto. La recaudación por aportes ingresa a las arcas fiscales y de allí salen también los pagos de jubilaciones. Nada exige que ambos flujos sean de la misma magnitud.
Esto significa que el resultado de las cuentas previsionales (aportes menos jubilaciones) puede ser positivo u negativo y forma parte del resultado final de las cuentas publicas. 
En 2018 el resultado fiscal primario del sector público nacional no financiero cerró en -2,4% del PIB (o sea, déficit, aún luego del fuerte ajuste ocurrido durante el año). El resultado de las cuentas previsionales es -3% del PIB (o sea también déficit). 
Significa esto que, sacando cuentas "gruesas", si le quitamos el resultado previsional el resultado fiscal pasaría a ser un superávit de 0,6% del PIB.


En Economía no existe ningún bien o servicio que sea gratis. Es así en tanto se hayan involucrado recursos de algún tipo (materiales, humanos, tiempo...) para obtenerlo, ya que en tal caso la comunidad habrá dejado de lado otras producciones y habrá empleado esos recursos para conseguirlo. 

Este razonamiento aplica a una sociedad en su conjunto, no a un individuo. Es claro que para un individuo el bien o servicio puede resultar gratuito si es que circunstancialmente no debe pagar por él, pero lo que señala aquel principio es que para obtenerlo y ponerlo a su disposición la comunidad empleó recursos  por los que alguien, en algún momento, pagó. Por eso nada es gratis, alguien paga, aunque a veces quien pague no sea el destinatario final del bien o servicio o la persona que lo usa o consume. Si me invita un amigo a almorzar, para mí será gratis, pero para mi amigo no (será quien pague la cuenta)... Y si nos escapamos sin pagar, será gratis para ambos pero indirectamente estará pagando el dueño del restaurante. Si no hay nadie que involucre recursos y desarrolle el correspondiente proceso productivo, el plato de comida no aparece en la mesa. No esperemos magia en ese sentido.

En los sistemas previsionales de un país, ya sean cerrados o abiertos, este principio funciona perfectamente. Para que alguien cobre un haber jubilatorio, alguien debe realizar aportes, el dinero no se genera espontáneamente. Y si en algún momento escuchamos que el sistema "está quebrado" o "está desfinanciado", debemos comprender que eso quiere decir que no hay equilibrio entre aportantes y jubilados, y que si eso pasa, para que los jubilados puedan cobrar con seguridad alguien lo estará financiando desde afuera. Si no ingresa dinero desde afuera del sistema, no habrá magia y deberán ajustarse los aportes hacia arriba o las jubilaciones hacia abajo (o ambas cosas) para recuperar el equilibrio. Desconocer esto lleva a graves errores de apreciación y voluntarismo respecto del presente y el futuro de estos sistemas en donde a todos nos gustaría recibir lo más posible aportando lo menos posible. 

En los sistemas cerrados (como una Caja Previsional de profesionales independientes por ejemplo) es más fácil de ver el problema porque deben ser autosostenibles. Una vez que se han hecho los cálculos y se han determinado los valores de aportes y jubilaciones  que permiten equilibrar el sistema1, en lo inmediato sólo será posible pagarle más a los jubilados existentes si se incrementan los aportes de los trabajadores activos; ya en un plazo más largo, puede también optarse por elevar la edad jubilatoria y los años requeridos de aportes para acceder a la jubilación (lo cual está permitirá, con el paso de los años, incrementar el cociente aportantes/jubilados y así aumentar las jubilaciones sin aumentar aportes o mantener las jubilaciones reduciendo aportes). No hay muchas otras opciones disponibles porque no hay dinero que venga "de afuera".

En un sistema abierto (como el de jubilación pública) tal equilibrio entre aportes y jubilaciones no es exigible a rajatabla en tanto exista la posibilidad de obtener fondos de otras fuentes, tales como rentas generales o algún impuesto específico que se destine a su financiamiento. Es claro que para que el desequilibrio pueda persistir y no "quiebre" al sistema esa fuente adicional debe existir, alguien debe pagar, nada es gratis. 

La discusión que se instala en este caso es muy interesante porque entran a jugar los criterios de justicia de la sociedad para decidir quién debe colaborar para "equilibrar" al sistema cuando presenta desfasajes: los aportantes con mayores aportes, los jubilados con menores jubilaciones, o el resto de la comunidad con flujos de dinero hacia el sistema (provenientes de sus impuestos). Y la discusión no puede esquivarse, porque magia no se puede hacer, de alguna manera hay que financiar al sistema. Dicho de otro modo, si el sistema se encuentra desequilibrado y no se desea (o no es políticamente oportuno o conveniente) bajar las jubilaciones y/o subirlos aportes, el resto de la comunidad debe hacerse cargo con sus impuestos.

Ahora bien, este razonamiento es estático, corresponde a un momento en el tiempo, en el cual el sistema se equilibra entre aportes y jubilaciones o lo hace bien acudiendo a otra fuente "externa". Más interesante se vuelve aún el tema cuando se introduce el paso del tiempo en el análisis y se observa que la pirámide poblacional cambia y que lo que no es un sistema quebrado hoy, puede serlo mañana si la tendencia es al envejecimiento de la población. En tal caso un sistema que no necesita "auxilio de fondos externos" hoy puede requerirlos mañana (o si ya requiere auxilio hoy, puede requerir más auxilio mañana).  Con lo cual la discusión acerca de quién paga subsiste y los criterios de justicia involucrados no deben dirimirse hoy, pero sí mañana.

Vayamos al caso del sistema previsional público argentino, que funciona como un sistema abierto en el cual la magia, aunque los políticos quieran demostrar lo contrario, no funciona.

El sistema hoy es deficitario cuando consideramos aportantes y jubilados (ver dato "duro" al comienzo). Por supuesto, alguien lo financia desde afuera, de otra manera pagar las (magras) jubilaciones no sería posible. El desfasaje entre cantidad de jubilados y de aportantes es manifiesto. Pero eso no es todo: la dinámica poblacional argentina es aún más complicada y lleva a pensar que esa situación se agravará en el futuro, porque la pirámide poblacional está cambiando y la población está "envejeciendo".

La pirámide poblacional argentina, distinguiendo hombres de mujeres, ha experimentado cambios de importancia en los últimos años y se prevé que esta dinámica continúe. Esta tendencia, si bien no es ajena a lo que sucede a nivel mundial, presenta algunas particularidades, considerando además que el país ya se encuentra transitando desde el grupo de “naciones jóvenes” (promedio de edad 20-29 años) al de “naciones maduras” (promedio de edad 30-39 años). Si se observa la evolución de largo plazo es muy claro el proceso de envejecimiento poblacional ocurrido y proyectado, con un marcado incremento del peso de la población mayor de 65 años (que de acuerdo al actual sistema previsional, estaría en su mayoría jubilada).



Esto nos dice que si hoy el sistema necesita auxilio (3% del PIB), mañana necesitará mas. Hay que ir pensando de dónde saldrán los fondos en un país que va en busca del equilibrio fiscal, o ir pensando es ajustar otras variables estructurales del sistema: edad jubilatoria, años de aporte, monto de las jubilaciones o monto de los aportes (o combinaciones de todos ellos).

Es interesante complementar esta información con datos relativos a los sexos, para tomar conciencia de otros cambios que también están (y seguirán) ocurriendo:



Pueden entonces observarse en Argentina tres tendencias superpuestas:

1. En primer lugar el envejecimiento, que se aprecia con el “alargamiento hacia arriba” de las edades.
2. En segundo lugar el cambio en la forma de la pirámide, achicándose en la base (cambio en la estructura jóvenes/adultos).
3. Finalmente el cambio en el comportamiento de ambos sexos, con mayor preponderancia de las mujeres mayores de 65 años.

El impacto de esta evolución proyectada sobre el sistema previsional y sus posibilidades de sustentabilidad financiera es claro y directo. Habida cuenta de que los adultos mayores cada vez representan una porción mayor, en particular en el caso de las mujeres, resulta imperativo hacia el futuro promover cambios en las variables que pueden modificarse. La candidata más clara, aunque no exenta de incorrección política y de seguros reclamos de los afectados, es la edad de jubilación de ambos sexos.

Si esto no se hace (y no se hace pronto) el sistema derivará hacia una situación de desfinanciamiento mayor, salvo que se produjese un importante (e improbable por la resistencia que genera de cara al voluntarismo antes mencionado) reajuste en la relación monetaria aportes-jubilaciones, aumentándola.  Con seguridad este creciente desfasaje ameritará encontrar fuentes alternativas para solventarlo, provenientes “desde afuera” del sistema, tales como endeudamiento, emisión de dinero o captura de porciones de algunos impuestos de rentas generales, con lo cual los criterios de justicia antes aludidos cobrarán una importancia crucial en la discusión, que puede ser interminable (como lo son las discusiones urgentes e importantes en nuestro país). 

Sin embargo, este tipo de financiamiento “externo” resulta a la larga anómalo y poco recomendable si es de gran envergadura, pues sus fluctuaciones y negociación política complican el funcionamiento del sistema y lo dejan en manos de los funcionarios de turno, llevándolo a compartir la agenda con otras (numerosas) urgencias de gasto de nuestro país, en donde a menudo ha quedado postergado, desdibujado, politizado y finalmente relegado.

Pero algo es muy claro. Se discuta o no, se politice o no, en tanto se vaya dilatando su resolución de fondo, alguien seguirá pagando. Si no son los activos con mayores aportes, alargamiento de edades o mayor cantidad de años de aportes o los jubilados con menores jubilaciones, será la comunidad toda con sus impuestos o con mayor deuda o inflación. No habrá magia. No la ha habido hasta ahora. Que los políticos no los convenzan de lo contrario.

--------------------------------------------------------
1/ Esto se denomina "cálculo actuarial" y toma en consideración cantidad de aportantes, edades, cantidad de jubilados, esperanza de vida, valr de aportes y jubilaciones, etc.)

Comentarios

  1. Clarísimo y muy reveladores tanto los datos empíricos como las proyecciones.
    Con la falta de políticas de estado como de visión de largo plazo, La sociedad en su conjunto va a seguir pagando el precio de la falta de planificación.

    ResponderBorrar
  2. Ale, yo diría que la primer variable a ajustar es blanquear el 40% de trabajo en negro que no aporta.
    Si tenemos que destinar (tantos) fondos presupuestarios al financiamiento de las jubilaciones es gracias a que esta situación no ha variado y se ha profundizado con cada crisis por la que pasa nuestro país.
    Esto implica que quienes pagamos IVA o Impuesto a las Ganancias estamos financiando no a los jubilados sino a aquellos que no contratan a los trabajadores según lo establece la ley.
    Y aquí tenemos otra razón por la cual pagamos impuestos tan altos.
    Si redujéramos la magnitud de la economía en negro de la Argentina desde el 25% del PBI (https://www.theglobaleconomy.com/rankings/shadow_economy/) hasta el 19% (no es mucho) podríamos financiar el desfasaje que tiene la ANSES.
    De esta manera los que pagamos los impuestos puntualmente, hoy y mañana no estamos financiando a los jubilados. Estamos subsidiando a los que evaden impuestos y contratan a trabajadores en negro.
    Esta, creo es la verdadera transferencia que estamos sufriendo https://aletrape.blogspot.com/logout?d=https://www.blogger.com/logout-redirect.g?blogID%3D5505687314526321727%26postID%3D3436422912667309418en nuestro país.

    ResponderBorrar

Publicar un comentario

Entradas más populares de este blog

Milei avisa

Un placebo democrático

Viejos problemas, nuevas ideas