Argentinos, a los extremos.

"El miedo puede llevar a los hombres a cualquier extremo."
George Bernard Shaw


En medio del vertiginoso segundo semestre de 2019 que venimos viviendo los argentinos, en donde se han mezclado desordenadamente las PASO, la crisis post-paso, las elecciones generales y la incertidumbre post-elecciones generales, el desconcierto es tal que han surgido en forma simultánea propuestas de dolarización de la economía y de desdolarización de la economía. Una muestra más de nuestra falta de norte.


Para iniciar esta incipiente y a mi juicio estéril discusión (porque seguramente va a seguir un tiempo, hasta que todo quede en nada...), debemos tener presente que salvo las economías de EEUU, Panamá, Ecuador y El Salvador, ninguna otra está completamente "dolarizada". Y que ninguna (aún ni la rusa, ni la china) está completamente "desdolarizada". De ir a alguno de tales extremos nos transformaríamos entonces en un caso especial, ansiosos de probar nuevas recetas y nuevos esquemas sin conocerlos bien, como tantas otras veces.


Dolarizar una economía implica adoptar como moneda de curso legal el dólar y eliminar de tal función al peso. De tal forma, nuestra autoridad monetaria (o nuestro Banco Central) sería en adelante la Reserva Federal de EEUU, que es la única institución que tiene la "máquina de fabricar dólares" (al menos legalmente) en el mundo. 

No creo que esto sea posible políticamente, ni fácil de implementar económicamente. 


Políticamente debemos saber que en el último siglo, los políticos argentinos hicieron política económica con el instrumento que más les gusta: el gasto público. Y que esta política fue casi siempre expansiva, es decir, lo aumentaron más que la inflación y que el PBI.  Además lo financiaron de la forma más sigilosa frente a la comunidad: emitiendo dinero a través de un banco central dócil. Así, la monetización del déficit (salvo momentos muy puntuales), se convirtió en el esquema más popular entre nuestra clase política, el más querido, el más rendidor. Como la emisión de dinero normalmente se refleja en precios entre seis y doce meses después, se gastaba hoy y se "pagaba" mañana (con inflación). En algunos casos (menos) se recurrió a la deuda, que luego se monetizaba o defaulteaba, es decir, se pagaba mañana de una u otra forma. 

Entonces, ¿cree Ud que nuestros políticos estarían dispuestos a renunciar a este proceso? Piense que son ellos quienes deberían decidir una dolarización, renunciando a esta fuente tan atractiva de financiar sus gastos, sus favores y sus prebendas. ¿Cree que lo harian? Es claro que de hacerlo, no existiría la posibilidad de llamar a la Reserva Federal y pedirle una remesa para financiar nuestro déficit fiscal. Por eso, veo políticamente muy difícil ese renunciamiento, más allá de los argumentos de soberanía nacional con que siempre se tapa esa férrea resistencia.

Económicamente, las situaciones donde se unifica moneda (en este caso entre Argentina y EEUU) requiere que los ciclos económicos de ambos se encuentren "sincronizados", es decir, se muevan en forma similar. Esto no ocurre en la realidad. Por lo tanto, la Reserva Federal haría política monetaria para EEUU (porque esa es su función, para eso está) atendiendo a su ciclo económico y sin importarle en qué fase estamos nosotros. Por ejemplo, si nosotros vamos a una recesión pero EEUU no, la Reserva Federal no sentirá la necesidad de una política monetaria expansiva y viceversa. 

Es cierto que nuestra inflación tenderá a "acoplarse" a la de EEUU (lo cual no es poca cosa), pero también lo es que las recesiones y situaciones de desempleo quedarían expuestas a las decisiones de los políticos estadounidenses y de sus peleas internas y externas (por ejemplo, la guerra comercial y de monedas entre EEUU y China nos tocaría muy de cerca).


Desdolarizar es aún más difícil, por lo menos en un sistema republicano y democrático donde las libertades básicas se respeten y no se gobierne por decreto avasallando las decisiones de la gente. La forma extrema sería impedir a los argentinos que compren dólares y la forma más "light" sería convencerlos de que no lo hagan. Impedir es imposible, la prueba está que los mercados negros y la salida de capitales se activan de inmediato y es muy difícil controlarlos, salvo ideando un "fascismo cambiario" cuya puesta en práctica no alcanzo a imaginar (aunque reconozco que hay funcionarios que tienen una imaginación mucho más poderosa que la mía). 

Convencerlos es difícil (no imposible) pero para eso el gobierno debería generar un nivel de confianza tal en la población, que la indujera a olvidar décadas en donde el dólar ha sido reserva de valor y una cultura donde los ahorristas son capaces de dolarizarse aún en sistemas de tipo de cambio fijo y con tasas de interés muy positivas reales y en dólares porque "al dólar sólo hay que esperarlo...". No creo que eso pase en este momento, ni en algunos meses, ni siquiera en algunos años.

De tal forma, veo improbable tanto dolarizar como desdolarizar. En los próximos meses se gastarán ríos de tinta y se llenarán páginas web con esta discusión inconducente.  Finalmente (ojalá que ningún experimento mediante) terminaremos dándonos cuenta de que debemos quedarnos en una situación intermedia, como la mayoría de los países, y "pelearla" desde allí en busca de la confianza de la población en nuestra moneda. 


Para los argentinos esto puede resultar frustrante porque no nos estaremos ubicando en algún extremo, como nos gusta. Será como traicionar nuestro ADN, siempre ávido jugar al borde de la cancha, aunque eso signifique nunca llegar al arco rival.

Comentarios

  1. Son muy claros los conceptos. X
    Comparto que el camino es de un equilibrio que en el largo plazo estabilice gradualmente el peso.

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  2. Gracias por desburrarme (en pequeña medida)

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