Maltratados

Para mi amigo Alejandro Garbuio quien, sin saberlo, inspiró esta nota.


Día atrás, una anécdota personal sirvió de disparador para abordar este tema. Le acerqué a un amigo un ejemplar de mi libro como regalo. No estaba y se lo dejé en su oficina, por la tarde me mandó un mensaje de agradecimiento. Es ese mensaje mi amigo me preguntaba, en tono de broma, si en el libro decía a cuánto iba a estar el dólar o el bitcoin en los meses que vienen y que si no era así, dudaba si invertir tiempo en leerlo. 

Le respondí el mensaje, siguiendo la broma, diciéndole que lamentaba que la timba financiera fuera su prioridad y que no se preocupara por temas más importantes como la producción, la inversión, la innovación, el empleo y la pobreza. Conociendo a mi amigo, un ejemplo de honestidad, incansable generador de ideas y siempre preocupado por la situación argentina, me quedé pensando que su broma, en el fondo, implicaba una aguda reflexión sobre nuestro presente.

Uno de los tantos problemas que tenemos los argentinos es que estamos, desde hace mucho tiempo, a la defensiva. Tanto nos han castigado nuestros propios gobiernos que nuestra prioridad uno es cubrirnos de lo que pueda venir, protegernos, escondernos. 

Vivimos pendientes de que no nos quiten, que no nos incauten, que no nos sorprendan, que no nos engañen, que no nos perjudiquen. Si roban que no sea a nosotros. Si hay inseguridad, que no nos toque. Si hay lluvia que no nos moje. Si hay una explosión, que no nos llegue una esquirla de plomo.  Ponemos rejas, colocamos alarmas, desconfiamos de todo, pedimos referencias, no damos nuestros datos y vamos por el mundo con los cinco sentidos en alerta. En materia económica, estamos siempre atentos a lo que pueda pasar con la inflación, la devaluación, los corralitos, los cepos, los tarifazos, las sorpresas impositivas y tantos otros sobresaltos cotidianos, para poder anticiparnos y resguardarnos a tiempo y en la medida de nuestras posibilidades.

Muchas veces no es que nuestros gobiernos nos castiguen porque quieren perjudicarnos, sino porque son ineptos, porque repiten recetas fallidas y errores cometidos, porque están preocupados por las elecciones, por sus causas judiciales, por su sustento clientelista o por lo que harán cuando ya no sean gobierno. Aún así, lo que es cierto es que, cualquiera sea la causa, son gobiernos "maltratadores", que nos golpean y nos piden disculpas una y otra vez. Funcionarios que condenan la impunidad y esquivan la justicia, hablan de redistribución de la riqueza y son millonarios, ponderan la solidaridad y acumulan dinero y causas judiciales.  

Y nosotros somos los maltratados, que no pueden escapar ni por la frontera física, ni con la ansiada "movilidad social" que nos permita atravesar el techo de nuestro decil de ingreso. Atrapados, acorralados, sólo queda defenderse como se pueda. A menudo, la única forma de hacerlo es una protesta callejera de bajo impacto, que el gobierno "debería escuchar", pero que nunca escucha y en la que terminamos a los piedrazos entre nosotros.

El asalariado argentino hace décadas que está defendiéndose de la inflación tratando de sacarse de encima los pesos lo antes posible (comprando bienes y si le  sobra algo a fin de mes, dólares), el empresario defendiéndose de la carga impositiva pasando a la informalidad y de la incertidumbre frenando las inversiones duras y blandas, los jóvenes defendiéndose del desempleo buscando nuevos horizontes en otros países, los científicos defendiéndose de la politización de la ciencia y de los vaivenes de sus salarios reales, aceptando propuestas desde el exterior (que siempre les llegan, porque son realmente buenos), los jubilados tratando de defenderse de fórmulas de ajuste de sus jubilaciones que puntos más o puntos menos, siempre se aplican sobre montos vergonzosamente bajos porque las intensas discusiones entre ricos legisladores apunta a que montos de bajísimo poder de compra sigan teniendo ese bajísimo poder de compra.

Cuando esto pasa y se perpetúa en el tiempo, el espacio para el ocio, la creatividad, la innovación, el emprendedurismo, las inversiones, el ingenio, el arte, la cultura y las acciones solidarias se va reduciendo hasta desaparecer. Cubrirse es prioridad, lo demás viene después, si hay tiempo. Hay que atajar los penales, de jugar una pelota luego hablamos.

Como consecuencia de esta (razonable) actitud defensiva de cada uno en su lugar, la sociedad en su conjunto termina rechazando su moneda y empujando los precios hacia arriba, contrata en negro, acepta trabajar en negro, no invierte, no crea, sólo despierta su solidaridad en casos muy extremos, descree de todo y de todos.  Los temores individuales dan forma a la inmovilidad social: la "mano invisible" funciona, sólo que en sentido contrario al deseado. Leemos que un argentino se va al exterior y consigue participar activamente de la colocación de una zonda en marte, o que una argentina se va a Israel y forma parte del equipo que lideró el proceso mundial de descubrimiento de la vacuna para el covid19. De haberse quedado, probablemente hubieran tenido mucho menos tiempo para eso, deberían haber estado atentos a defenderse, a cubrirse.

Como el niño que es maltratado por los mayores, esperamos la oportunidad para huir, para zafarnos. Y confiamos en tener un arma para eso: las elecciones y el voto. Sin embargo, nos damos cuenta de que, como el niño que escapa por una puerta para sólo ingresar en otro cuarto en donde hay otro maltratador, el recambio de partidos en el poder no soluciona el problema, todo sigue igual. Al poco tiempo, estamos buscando la puerta de salida nuevamente. Ni hablar de las trágicas experiencias antidemocráticas en donde pusieron llave a las puertas y ni siquiera nos permiten equivocarnos con el voto.
 
Y así, con el correr de los años, nuestra economía se va desgastando y pierde capacidad de reacción. Los factores productivos son cada vez menos: los jóvenes se capacitan y se van, los capitales se fugan y la tierra pasa a manos de extranjeros. Y las posibilidades de recuperación se vuelven remotas, más allá de algún espejismo transitorio producto de tasas internacionales muy bajas o precios de commodities muy altos, que nos aportan algún "veranito" que creemos eterno pero que no lo es.

Así, si obligados por los reiterados engaños y maltratos, cada uno de nosotros juega a la defensiva, nuestro equipo nunca hará un gol y nunca ganará un partido. Con suerte puede empatar a veces y seguramente perderá muchas otras. Y con sólo algunos empates, tarde o temprano te vas al descenso.



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Comentarios

  1. Muy acertada reflexión de lo que nos pasa, y aceptamos estoicamente. Ha despertar Argentinos

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  2. Excelente descripción. En algún punto me pareció una catársis pero no deja de ser una catársis a la que podemos adherir muchos de los que vivimos en este país fallido

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  3. Sin desperdicio
    Una síntesis viva del planeta Argento.
    Bien a lo Trapé.

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  4. Gracias a Dios tenemos a Alejando del lado de la economía y no en un equipo de fútbol.

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  5. Excelentes reflexiones, como siempre, de una realidad socio política cultural que es imprescindible cambiar, aunque los de mi generación no supimos cómo. Nos pasó por encima.

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  6. Excelente!!! Como siempre Licenciado!!

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  7. Excelente Alejandro, nos tapan de papeles, impuestos y obligaciones para no dejarnos pensar...si tuviésemos tiempo de hacerlo ninguno de ellos estaría en el puesto q está

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  8. Muy linda reflexión, aunque triste realidad. Hoy dia emprender ya es una vocación, un acto que a pocos les nace, en el q medir el riesgo nos precipitaria una decision de abortaje, por lo q caminamos con intuición, confianza y sueños, esos que guiaron a nuestros abuelos, pero ahora con un contexto de incertidumbre total, y una sociedad q no aprecia el deseo de crecimiento, la ambición y el desarrollo.

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