La dieta ...¿puede esperar?


Esta nota se relaciona muy estrechamente con otra, publicada en este mismo blog en setiembre de 2016, llamada "Dieta y ejercicios".  En ella decía lo siguiente:

Si un país tiene presiones sobre su tipo de cambio porque la inflación interna induce a la gente a querer ahorrar en otras monedas que no pierden valor, la devaluación de la propia moneda puede ser una salida transitoria y facilista. Pero si la inflación sigue, deberá acudir a otras devaluaciones en el futuro cercano, y a otras, y a otras…. Entonces, el esfuerzo debe dirigirse a detener la inflación, no a “seguirla” con la devaluación.

Devaluar es como "comprarse un pantalón más grande cuando uno ha engordado", pero una inflación que sigue alta es como seguir comiendo y engordando.  Es cierto, en el corto plazo agrandar el pantalón (devaluar) puede ser la única salida en una coyuntura complicada, a la que se llegó por comer de más… 

La alternativa, pisar el tipo de cambio en conjunto con políticas que alimentan a la inflación puede llevar a difícil situación de pérdida de competitividad cambiaria (más kilos, pantalón cada vez más ajustado…) que puede terminar en un colapso del tipo de cambio y un “sinceramiento de facto” (salta el cinturón, se rompe el pantalón… quedamos desnudos).

La historia argentina nos muestra que esta situación se ha repetido en numerosas oportunidades y es siempre el triste resultado de lo que se conoce como "inconsistencia de política económicas": sostener una política cambiaria rígida (tipo de cambio fijo o fuertemente administrado), conjuntamente con políticas fiscales y monetarias expansivas (déficit fiscal y su monetización). El resultado ha sido, invariablemente, la aceleración de la inflación, el consecuente atraso cambiario, la crisis de divisas y la inevitable devaluación final. Es decir, subida de peso sin freno hasta que llega el momento (que puede postergarse un poco o no según las circunstancias, pero inevitablemente ha llegado) de cambiar el talle del pantalón.

Lo sucedido en Argentina desde la publicación de aquella nota da cuenta de que pocas cosas han cambiado y muy poco hemos aprendido: seguimos engordando despreocupadamente y, cada tanto, comprando un pantalón más amplio.  Es cierto, cada vez que hay que comprar un nuevo talle se suceden nuestras dramáticas escenas de siempre: nos mortificamos, nos apenamos, nos agobia el sentimiento de culpa, buscamos chivos expiatorios en otras personas... Pero igualmente lo hacemos, ante la falta de otras alternativas frente a nuestra propia conducta irresponsable que nos ha llevado a subir de peso sin control (o a veces con una pseudodieta muy relajada, permisiva y flexible...).

Veamos algunos números que ilustran esta situación: el gráfico que sigue muestra que las monedas de los principales países latinoamericanos se han devaluado respecto del dólar en los últimos cinco años. El peso argentino es la que tuvo la mayor devaluación, varias veces superior al resto (pasamos por varios talles más grandes de pantalones).

En un lapso de cinco años como el que se considera en el gráfico (junio 2013 a junio 2018), tal situación debería haber llevado a Argentina a una fuerte ganancia en materia de competitividad cambiaria respecto al resto de sus vecinos y a EEUU. Y esto debería haber llevado entonces a una mejora sustancial en sus cuentas externas y a una pauta sólida de crecimiento con baja inflación. Pero la realidad ha sido otra: hemos perdido competitividad y el crecimiento ha sido casi nulo. ¿Por qué?

Sucede que este análisis es incompleto: no basta mirar el talle del pantalón, también hay que mirar la balanza. Un pantalón más grande puede cómodo al comienzo pero termina siendo estrecho si quien se lo intenta poner engorda sin pausa.

El análisis correcto debe incorporar también y en forma comparativa con lo anterior, la inflación interna de cada país, ya que la tasa de devaluación muestra sólo cuánto poder adquisitivo pierde la moneda local frente a los productos y servicios que se venden fuera del país (o que se importan desde fuera). La pérdida de poder de compra frente a productos y servicios que se venden dentro del país (que en la realidad representan la mayor parte del gasto de los agentes de una nación) viene indicada por la tasa de inflación interna. El análisis entonces debe contemplar y comparar ambas tasas, devaluación e inflación, para comprender qué "canasta de productos" se está encareciendo con mayor rapidez, la externa o la interna. Esto es lo que se observa en el siguiente gráfico.

Este segundo gráfico es muy elocuente, necesita pocas explicaciones. Se deben puntualizar dos aspectos que explican la baja performance económica argentina, alejada de la de sus vecinos. 
  • En primer lugar debe notarse que en todos los países considerados, excepto Argentina, la tasa de devaluación fue superior a la de inflación, es decir, el tipo de cambio real aumentó. En Argentina ocurrió lo contrario, más aún si se calcula un tipo de cambio multilateral contra los otros seis países incluidos en la lista. En otras palabras, Argentina se fue volviendo cada vez más caro que el resto de los países del gráfico y que EEUU. 
  • En segundo lugar, las magnitudes de ambas tasas en Argentina revelan un problema de volatilidad de los precios, los precios relativos y el tipo de cambio, situación que se observa mucho más atenuada en los demás. Argentina es un país de una nominalidad más cambiante que los demás, tanto en tipo de cambio como en precios, lo cual hace más difícil las decisiones económicas y dificulta las proyecciones y pronósticos.
Reuniendo ambos elementos se concluye que en Argentina la competitividad cambiaria se ha movido en forma errática y con una clara tendencia a la baja, lo cual ahora sí permite comprender lo sucedido en las demás variables: cuenta corriente externa deficitaria, desposicionamiento competitivo y bajo crecimiento. Coherente con cualquier libro de texto de macroeconomía básica.

Hoy los argentinos piensan que "el dólar ha subido mucho, demasiado, en los últimos seis meses". Es cierto, lo ha hecho con rapidez (devalaución del 52% entre enero y junio de 2018), pero aún no ha alcanzado a la subida que los precios han tenido en los últimos cinco años. Dicho de otra manera, si se levanta la vista desde la coyuntura y se mira hacia atrás con algo de perspectiva, se observa que en los últimos cinco años el dólar ha sido uno de los precios que menos ha subido en Argentina, aunque en los últimos seis meses ha buscado recuperar parte de ese retraso (pero no ha podido recuperarlo todo).

Volviendo al planteo de "Dieta y ejercicios", los seis países considerados se han sometido en los últimos cinco años a una dieta saludable (baja inflación) y están hoy cómodos con sus pantalones (moderadas devaluaciones). Argentina, en cambio, sigue engordando y aún así el pantalón le queda incómodo y ajustado, a pesar de que en 2014, 2015 y 2018 compró talles más grandes.

Talles más grandes siempre encontraremos, pero ir pasando de uno a otro será cada vez un trauma, una complicación y nos traerá disgustos y culpa. Una dieta saludable es lo mejor y ya no puede esperar. Lo triste es que lo sabemos y lo hemos dicho muchas veces, pero no tenemos la fuerza de voluntad de ordenar nuestra forma de comer y abordar de una vez por todas un plan de ejercicios serio y consistente.

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