Breve cuento de ovejas y pastores

Aquel de ustedes que esté libre de pecado, que tire la primera piedra”.
Jesús a los fariseos.

"Si le debes cien pesos al banco, tenés un problema en qué pensar. Si le debés un millón de pesos, el banco tiene un problema en que pensar." 
Pensamiento popular



Don Justino y doña Radicha tenían una carnicería y les iba bien.  Como buenos latinos también les gustaba darse los gustos, ¿a quién no? Hacían grandes asados e invitaban a los vecinos, paseaban por otros pueblos, tenían caballos... En la casa entraba plata y se acostumbraron a gastarla. 

Sin embargo, hubo una época en la que no les fue tan bien, aparecieron otras carnicerías y un supermercado. Ellos empezaron a vender menos carne y comenzaron a tener problemas económicos. Decidieron pedirle dinero prestado al banco, ya volverían las vacas gordas. Y el banco les prestó. 

Cuando llegó el momento de devolverlo las vacas seguían flacas, era el cumpleaños de quince de la nena y no pudieron hacerlo. El banco los esperó, no los presionó y después les volvió a prestar. Así, de a poco la deuda empezó a crecer.

Una mañana de sol, un señor vestido de gris entró en la carnicería y le dijo con dureza a Don Justino: "Soy el dueño del banco, si no nos paga no le prestaremos más y le quitaremos el negocio. ¿O no se ha dado cuenta Don Justino de la gran deuda que tiene con nosotros?" agregó con una sonrisa lobuna.

Don Justino se mostró sorprendido: "Sé que debo dinero, pero ¿por qué usted me siguió prestando sin advertirme y ahora viene a presionarme así? ¡Es  mala intención!"

El banquero puso cara de nada y dijo: "Usted ya es grande don Justino, debe darse cuenta sólo. ¿O no va anotando lo gana, lo que gasta y lo que pide prestado?."

Ahora el carnicero estaba enardecido, este tipo no podía enseñarle a manejar su vida y sus finanzas: "Usted lo hace a propósito, me prestan, me prestan y así después me quiere quitar el negocio... está todo pensado.  Usted me siguen dando y cuando quiero acordar ya estoy con la soga al cuello".

"No es así don Justino, cuando usted nos ha necesitado lo hemos apoyado, como a todos. Yo cumplo una función social pero piense que es mi negocio también" dijo el hombre de gris con fingida paciencia.

Don Justino no se conformó: "Ya lo sé, pero detrás de su apoyo está la intención de tenerme dominado. Y yo más de una vez les he hecho rebajas en la carne los domingos. ¡Para eso sí le sirve su banco!".

El banquero se alisaba el bigote: "Usted es muy desprolijo y no se da cuenta de que este negocio ya no va, la gente prefiere el super.  Piense lo que quiera don Justino, yo solamente le digo que si no paga... el banco se queda con todo."

Don Justino contuvo su rabia: "¡Está bien, le voy a pagar! Pero confórmese con una parte de la deuda, es todo lo que puedo pagarle. Si no, nada."

"No se ponga nervioso don Justino. Págueme una parte, y lo que no pueda me lo paga el año que viene. Eso sí, los intereses serán más altos. Pero le aviso desde ahora, haga las cuentas. O digale  a doña Radicha que las hagas por si cuando vuelvo está ella atendiendo el negocio", le dijo el banquero guiñándole un ojo.

Cuando el hombre salía Justino le dijo: "Para que sepa doña Radicha piensa igual que yo y nadie nos va a enseñar a nosotros, los carniceros, a hacer cuentas". Y cerrando de un golpe la puerta del negocio le gritó: "Vayase de acá, que tengo que seguir haciendo el asado. Hoy es nuestro aniversario de casados y viene toda la familia, tendremos un gran festejo."

El banquero salió y suspiró. Un tipo irresponsable, igual que su esposa. Piden y después no pagan, pero tienen una camioneta nueva. Seguro que ahora se pelean un rato, se echan la culpa, pero después se amigan y sigue la fiesta.

Prendió un cigarrillo y comenzó a caminar, ya era la hora de la misa. Había hecho bien en no presionar tanto a Don Justino, pensó.  Después de todo, el pastor no debe educar a las ovejas descarriadas, sólo debe volver a meterlas al corral. Si no lo hace así, ¿de qué va a trabajar en el futuro?

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