Ciclos sincronizados en América Latina

Desde hace un tiempo, muchos estudiosos se han dedicado a analizar rigurosamente si los ciclos de algunos grupos de países están "sincronizados" o no. Que lo estén, significa que los PBI de los países que se estudien se mueven, de alguna manera, en forma armónica, es decir, todos van más o menos para el mismo lado (suben, se estancan o bajan), y lo hacen más o menos en el mismo momento.  Si usamos la expresión "más o menos" entonces podemos hablar de "grados de sincronización", lo cual es más probable, en cambio si lo quitamos estaríamos buscando sincronización perfecta, lo cual es casi imposible (entonces, mejor dejémoslo, así no nos ponemos tan exigentes). 


Este enfoque se ha usado en varias ocasiones para distintos grupos de naciones: para los países de la Eurozona, para los centroamericanos, para Méjico y EEUU, para los países asiaticos, etc. Incluso se suele usar para zonas o regiones dentro de un país (regiones argentinas, Estados de EEUU, regiones de Brasil...).

¿Para qué sirve estudiar esto? Es útil básicamente por dos motivos: 1) primero porque un alto grado de sincronización implica que los países se influyen mutuamente y se contagian situaciones (buenas y malas) y viceversa. 2) Segundo porque en grupos de países que cuyos ciclos económicos se encuentren sincronizados es más sencillo pensar en una futura integración regional y viceversa. Saber si nuestro ciclo se sincroniza o no con el de un país vecino nos lleva a estar más atentos a lo que sucede en él (lo bueno y lo malo) y atender con mayor cuidado a sus proyecciones económicas, no sólo a las nuestras.

¿Por qué pueden sincronizarse los ciclos económicos? Las causas de una mayor sincronización son varias, sin ser ninguna de ellas, por sí sola, un determinante definitivo: 1) la cercanía geográfica: si los países bajo estudio están más cerca es más probable que sus ciclos se sincronicen y viceversa; 2) la similitud de estructuras productivas entre países: dos países de estructura parecida (por ejemplo, exportadores de petróleo) soportan de manera similar shocks externos comunes y muestran comportamientos similares en su PBI; 3) la complementaridad de sus estructuras productivas: esto podría llevar a mantener vínculos comerciales más estrechos entre ellos y eso contribuir a fortalecer la pauta de sincronización, 4) la profundidad de los vínculos comerciales y financieros entre ellos, la magnitud de las transferencias internacionales, etc. Cada una de estas situaciones coopera en cada momento para sincronizar o para producir situaciones de asincronía. Sin embargo, ninguna es garantía de sincronización, son condiciones necesarias pero no suficientes.

Ahora bien, ¿cómo saber si los ciclos de dos o más países están sincronizados (en mayor o menor grado, tal como dijimos antes)? En otras palabras, ¿cómo se "mide" el grado de sincronización? Se han desarrollado varios métodos, que requieren del uso de estadísticas completas y de algunos programas específicos. Unos resultan más sencillos de usar pero son menos exactos, otros son más complejos y sofisticados, pero resultan de mayor precisión en sus resultados. Algunos métodos son: la comparación del signo de las tasas de crecimiento del PIB de cada país, la comparación del signo de las "brechas de producto" de cada país, el análisis de dispersión de las brechas, la comparación del signo del cambio en tales brechas, la comparación de los "puntos de giro", la matriz de correlaciones de brechas, etc...

Para analizar el problema de la sincronización de ciclos económicos en América Latina, tomé los ocho países más grandes en términos de PBI (Brasil, Méjico, Argentina, Colombia, Venezuela, Chile, Perú y Ecuador, en ese orden) y apliqué todos esos métodos. Los usé todos y no sólo uno, porque algunos resultan mejores para detectar algunos aspectos y otros para analizar otros, de tal forma que todos proveen información útil y complementaria. Los utilicé por separado y luego reuní los resultados de todos ellos, construyendo un Indice de Grado de Sincronización (IGS) que busca reflejar dos cosas: 1) si esos ocho países tienen o no sincronizados sus ciclos económicos y 2) en qué momento han estado más sincronizados (o menos). 

El IGS tiene una estructura compleja que no vale la pena explicar acá in extenso, simplemente vale decir que recoje los cinco métodos mencionados, los agrupa sin ponderar y luego está normalizado al intervalo (0,1). De tal manera, cuando toma valores superiores a 0,5 podemos hablar de sincronización (IGS=0,5 sería sincronización débil, hasta llegar a IGS=1 que sería sincronización perfecta) y cuando está por debajo de 0,5 las situaciones serían de asincronía (cero sería asincronía total).

Los resultados del IGS se presentan a continuación:



Hay tres observaciones importantes que realizar a partir de este gráfico:
- En primer lugar se observa es que el IGS es variable a lo largo del tiempo, lo que implica períodos de mayor y de menor sincronización en América Latina. No existe una pauta estable en ninguno de los dos sentidos.
- En segundo lugar se observa que, para el período analizado completo, el grado de sincronización es relativamente bajo (IGS promedio=0,427).
- En tercer lugar, puede apreciarse "a ojo" que la sincronización es menor hasta mediados de los 90 y que luego aumenta.
Para dejar de lado algunas oscilaciones, es útil recalcular el índice con una media móvil de tres años (o sea, el valor de cada año es el promedio de éste y los dos anteriores).




En este nuevo IGS se observan los mismos puntos que se destacaron antes, aunque con mayor nitidez, en particular el incremento dela sincronización observado desde 1993 en adelante.


La siguiente pregunta (la última, por ahora) es: ¿por qué ha ocurrido esto? 

Nuevamente, debe destacarse que no hay una causa única que lo explique sino que son varias. Sin embargo se destaca un elemento de juicio que nos permite dar una respuesta preliminar (que sigo analizando aún). El punto a destacar se refiere al grado de apertura de las economía de la Región: los indicadores de apertura dan cuenta de una etapa de "economías cerradas" en los años 80, que comienzan a "abrirse" en los 90 y que presentan un apreciable grado de apertura económica en el siglo XXI (aunque con un retroceso desde 2011). Uno delos más relevantes es el que calculan CHINN e ITO, que se refleja en promedio para los ocho países mencionados en el siguiente gráfico.


Así, es posible relacionar los períodos de mayor apertura con etapas de mayor sincronización, lo cual tiene sentido en lo conceptual y encuentra su correlato en los datos. En vista que estos procesos de apertura han comenzado a remitir desde 2011 (con distinta profundidad y a distintas velocidades), me quedan profundas dudas de que un proceso de integración regional latinoamericano pueda prosperar en el corto plazo y ser compatible con países que se "cierran" comercial y financieramente, donde sus ciclos tiendan a volverse asincrónicos.

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