¿Flexibilización o incumplimiento? Esa es la cuestión...

Casi iniciando el año 2018 el gobierno argentino enfrentaba hasta ayer un dilema de hierro en materia inflacionaria. La meta para el año era 12% y no iba a poder cumplirse (como no se cumplió la de 2017). Una alternativa era transitar el año y volver a incumplirla, la otra tratar de flexibilizarla antes y buscar cumplir la nueva. Optó por  lo segundo.



El gobierno argentino flexibilizó las metas de inflación previstas para los próximos tres años. Para 2018 había previsto el 12% y la elevó al 15%. Para 2019 había previsto el 5% y la elevó al 10%. Recién en 2020 se convergerá al 5%

Antes de seguir, vale recordar de dónde venimos: 

En contra de lo que opinan muchos de mis colegas especialistas y muchos periodistas a quienes les gusta opinar de todo, creo que esta flexibilización de las metas de inflación que acaba de hacer el gobierno es una buena medida. Creo que lo es si ponemos el foco en el verdadero objetivo: bajar la inflación en los próximos años (enfatizo, "en los próximos años", no "el año que viene"). Es decir, un objetivo de mediano plazo, como lo abordaron otros países que lo hicieron bien con este sistema y que hoy gozan de una inflación baja, habiéndola conseguido sin costo recesivo.


El sistema de metas de inflación que hoy utiliza el gobierno funciona colocando  valores "meta" para la inflación futura, valores que generalmente decrecen y convergen hacia una inflación deseada algunos años después. Esto se hace porque la meta, si a lo largo del tiempo es respetada, permite "coordinar expectativas" de los millones de agentes económicos que interactúan cada día en la economía del país. O sea, funciona como un "faro", una guía que les permite saber hacia dónde quiere ir el gobierno en materia inflacionaria y hacia dónde está dirigiendo sus esfuerzos de política económica respecto de ese problema. 

Funciona como un "imán", que busca atraer hacia ese número (la meta) las expectativas de todos y unificarlas (en la jerga técnica, "coordinarlas"). Por supuesto que no hay magia en esto, las expectativas no convergen por el sólo hecho de haberse fijado la meta. Lo hacen sólo si la meta se respeta, si se alcanza (o el error es pequeño) y si el gobierno pone en marcha sus instrumentos para que eso suceda y trabaja con ese objetivo día a día. Escribir un número (meta) y publicarlo no basta.


Ahora bien, es fundamental que a medida que pasa el tiempo la meta se cumpla, porque en caso contrario, la gente deja de creer en ella y pasa ser "letra muerta" (más aún en el caso de los argentinos, que perdemos la confianza con facilidad en quienes hacen política económica). La meta de 2017 fue 17% y la inflación verdadera trepará a 24%, es decir, no se cumplió y el margen de error ha sido amplio. Para el año que viene la meta era, hasta ayer, de 12% y los economistas ya pronosticaban una inflación entre 15 y 17%; es decir, ya de entrada, antes de empezar el año, se pronosticaba otro error amplio. Visto así, con un error amplio en 2017 y pronosticando otro en 2018 lo más probable es que las metas pasaran a ser muy pronto una anécdota solamente, letra muerta. Y esto puede ser incluso contraproducente, pues de allí a pensar que el gobierno no tiene control de la situación hay un solo paso...


Por eso, creo que el gobierno se anticipó a esto en una jugada no exenta de riesgos: ajustar la meta, si bien implica reconocer un error de cálculo, muestra que el gobierno se mantiene firme y atento ante el objetivo de bajar la inflación porque "sincera" la meta y evita que el público la deseche el mismo 1 de enero. Dicho de otra manera, pienso que una meta del 15% para 2018 es más creíble que una del 12% y por eso tiene la virtud de ser ese elemento coordinador de expectativas, que es central en para que el esquema funcione (virtud que el 12% había perdido ya antes de comenzar a rodar el año 2018).


Es cierto, podemos discutir si esto implica una pérdida de poder y autonomía del BCRA (probablemente, porque cambiar una meta no asegura que se cumpla y la gente puede intuir nuevas flexibilizaciones) o si Sturzenegger seguirá en su cargo después de esto (no lo sé, ojalá lo haga). Pero ante la evidencia de que la meta era incumplible, prefiero que la sinceren antes que volver a incumplirla. Cualquier agente económico prefiere visualizar una meta del 15% que "probablemente se cumpla" (o el error sea bajo) a visualizar una del 12% que sabe que es un dibujo inútil. Es mejor que nos den algo en qué creer y no algo en lo que, de entrada, no podemos creer.


Quienes se rasgan las vestiduras diciendo hoy (con el "diario del lunes") que la meta estuvo mal calculada, pueden tener razón, pero debemos pensar que la política económica debe hacerse mirando hacia adelante, a lo que viene. Yo mismo en este blog, cuando se implementó el sistema lo advertí y escribí sobre el problema de "inconsistencia de metas" (porque no estaban en línea con la situación fiscal ni el atraso cambiario, decía). Pero hoy es otro día y ya viene 2018, no sirve llorar sobre la leche derramada, porque la economía no se detiene y mañana hay que tomar decisiones...

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